En pupitres salpicados de inscripciones,
no se sabe de cuántas generaciones,
aprendías a volverte un aspirante
a un empleo que ya no estaba vacante,
a un empleo que ya no estaba vacante.

En el boliche de la esquina te fumaste
los primeros cigarrillos y empezaste
a tambalearte entre nuevos sentimientos,
a inclinarte frente a nuevos monumentos,
a inclinarte frente a nuevos monumentos.

Te enteraste por canales especiales
que la historia no paraba, los manuales
te dieron línea, y te dejaron en ablande
eso de qué vas a ser cuando seas grande.

La militancia en el gremio poco a poco,
cada vez te va llenando más el coco,
apartaste los estudios de tu mente,
era tiempo para cosas más urgentes,
era tiempo para cosas más urgentes.

Se derrumbaba el país de tus abuelos,
a tus padres alguien les tomaba el pelo,
un horizonte diferente se asomaba,
todo era cuestión de ver quién lo peleaba,
todo era cuestión de ver quién lo peleaba.

Te creías que la cosa,
se venía y tu forma de vivir correspondía
a ese estado turbulento, a ese fuero,
de ser nada más que un simple compañero.

De un clarinazo le cortaron la cabeza,
a tus sueños y delirios de grandeza,
tus allegados se escapaban o caían,
o cambiando de color se protegían,
o cambiando de color se protegían.

Te salvaste de torturas y sermones,
te esperaban más discretas reclusiones:
te confinaron a rutinas de laburo
y a guardar tus opiniones en lo oscuro,
y a guardar tus opiniones en lo oscuro.

No te habías educado para eso,
pero bueno, eran las cosas del progreso,
te transformaste despacito en una alfombra,
y seguías los consejos de tu sombra.

Ya no sabías demasiado lo que eras,
ya no habia socialismo ni carrera,
el matrimonio, los hijos y la casa
se robaron tu cariño por las masas,
se robaron tu cariño por las masas.

Por muchos años fuiste un pobre berberecho
chacinado sobre el piso, bajo el techo,
no esperabas otra cosa, mayormente,
pero tu desesperanza de repente,
pero tu desesperanza de repente...

fue convertida, fue desecha,
revocada por los vientos de la nueva marejada
y empezaste nuevamente con reuniones,
asambleas, pegatinas y camiones.

El entusiasmo al principio fue muy grande,
tanto como tiempo atrás lo fue el desbande,
pero luego viste atrás de tus buzones,
que no era soplar y hacer revoluciones,
que no era soplar y hacer revoluciones.

Y te volviste más reacio, más disperso,
ya no te calzaban bien los mismos versos,
recuperaste una parte de tu ego,
pero en otras no prendía el mismo fuego,
pero en otras no prendía el mismo fuego.

Y te quedaste crepitando la ceniza
de esa llama cada vez más indecisa,
no renunciaste a seguirla, y te pesa
que tampoco le jugaste a la cabeza,
que tampoco le jugaste a la cabeza.

Y te quedaste crepitando la ceniza
de esa llama cada vez más indecisa,
no renunciaste a seguirla, y te pesa
que tampoco le jugaste a la cabeza.

Leo Maslíah



Leo Maslíah - Golondrinas