El hombre de la calle
atraviesa el temporal,
porfiado, de sombrero,
encorvado al caminar.

Se para frente a un quiosco,
lo distrae un titular,
y sigue, como siempre,
como todo en la ciudad.

No me hablen más de él,
no me hablen más por él,
que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.

El hombre de la calle
dice: "No te aguanto más",
en medio del discurso
corre bruscamente el dial.

El sabe que a ese hombre
nunca lo verá en su hogar,
ni el vino, ni la mesa,
junto a él compartirá.

No me hablen más de él,
no me hablen más por él,
que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.

El hombre de la calle
sigue yendo a trabajar,
porfiado, de sombrero,
más allá de un temporal.

A veces compra un diario,
se lo lleva para ojear
las fotos del partido
en la página de atrás.

No me hablen más de él,
no me hablen más por él,
que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.

No me hablen más de él,
no me hablen más por él,
que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.
Jaime Roos


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