La hermana de la Coneja - Jaime Roos
En un depósito sucio, bastión de la Ciudad Vieja,
la hermana de la Coneja perdió la virginidad.
Testigo en la oscuridad, un colchón apolillado
que quedó como estampado con indeleble memoria,
y es origen de esta historia, que no sé bien si es verdad.
Fué como siempre sucede, se colaron con el Tito,
aquel morocho flaquito que la conquisto con mimos.
y desafiando al destino, se dejó de franeleos,
se alborotó el avispero, dieciséis años es mucho
cuando te da como un chucho y la vida pide cuero.
Después cuentos conocidos, que "qué le vamos a hacer",
que "no lo podes tener", que "ya conseguí la guita",
un llanto, cuatro caricias, que "todo va a salir bien",
el fondo de un almacén, el adiós al flaco Tito,
y el comienzo de un periplo más hamacado que un tren.
Hoy es señora de Tal, y en el este veranea,
no imagina el que la vea que era de playa Pascual.
Su camelo viene mal, bate, "chicos" y "colegio",
te la trabaja de "regio", y anda en checo bien debute
con goma en lugar de yute, y sin preguntar los precios.
Ahora sí que se divierte en pavada de colchón,
pelo corto a la garzón, y lentes con cadenita.
Recurre al sicoanalista, a la hermana ni la nombra,
pero la marca una sombra que nunca pudo esquivar:
cómo la vino a quedar allá por la Ciudad Vieja.
La hermana de la Coneja...
Raúl Castro
Jaime Roos - La hermana de la Coneja