Yo le debía esta canción doctor,
yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.

De tu infancia nada sé,
una fotografía amarillenta,
aquel silencio de tu padre,
el asma de tu madre que heredé,
acaso un mundo verde
de árboles y
caballos ,caballos, caballos.

Yo supe que al dejar Testu
comías pan francés y arroz con leche,
y para espantar espantos
colgaste un esqueleto en la azotea.
Imagino tu delgadez
y tus ojos hundidos
que releen, releen, releen.

Yo le debía esta canción doctor,
yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.

Oh tocador de armónica
de polcas de Rivera y en un pie
sentado en mis seis años,
parado en la mitad de mi niñez,
enciende luz, consuélame,
di que no hay nada en la oscuridad,
di no hay diablo, no hay diablo, no hay diablo.

En Minas de Corrales fui
aparcero de extrañas pesquerías,
con que cansabas tu cansancio,
llenándote el Ford T de tarariras,
y el sueño del dorado,
los kilos de un suribí
y el agua, y el agua, y el agua.

Yo sé que andás, manejador,
volando por caminos vecinales
en una media esfera blanca,
Volkswagen mil nueve sesenta y tres,
no vas por un negocio,
va un viejo estetoscopio
a auscultar, a auscultar, a auscultar.

...yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.

Cómo quisiera levantar
un edificio de sonidos y de amor,
cantarte un tango eterno,
durando más que el bronce mi canción,
pero me quedo mudo,
Juan de la Cruz,
balbucear, balbucear, balbucear.

Qué tengo yo que cantarte
si tienes tus tan tuyas melodías
hechas de risas y de llantos,
y "gracias", maldiciones y alaridos.
Sinfónica sirena,
timbales de un corazón,
y los timbres, teléfonos, despertadores.

Y timbres, teléfonos, despertadores.
Y timbres, teléfonos, despertadores.
Y timbres, teléfonos, despertadores.

a Pedro E. Darnauchans Brum
Eduardo Darnauchans


Eduardo Darnauchans - Pago


Eduardo Darnauchans y Liese Lange - Pago