A las nueve de la noche
se hace un nudo en el pañuelo,
con los zapatos lustrados
se calcula en el espejo,
se despide de la madre rapidito,
como quien va hasta la esquina,
cierra bien el portón del fondo
pa' que el perro no lo siga.

En la plaza no hay un alma,
en esta noche de junio,
el casín con los muchachos
no entenderían su apuro.
Lleva una barra de chocolate
dando vuelta en el bolsillo,
en el borde del pueblo la casita
tiene abiertos los postigos.

Se desviste tembloroso,
con granitos en la piel,
las caricias no se animan
a desprenderle el sutién,
tiene miedo a enamorarse de ella
y por eso no la mira,
tiene miedo de encontrarse en ella
y de olvidar la salida.

A las once en boliche
están mirando el partido,
la televisión resbala
por sus ojos distraídos.
Ella guarda el chocolate en la cartera
y la plata en la repisa,
con los años para nadie bosteza,
mientras barre la cocina.

Mauricio Ubal


Mauricio Ubal - Los postigos