Alguien paralizó
esta tarde el viento,
las piernas de los niños,
el aro giratorio,
la ardua circulación
de carros y automóviles,
el gorrión de los patios
y el caracol del muro.

El humo que ascendía
se detuvo en el aire
con un dejo ridículo
de mostacho caído.
Una canción que andaba
se refugió en los ranchos,
y el hojerío dorado
titubeó ante el vacío.

Un hombre que venía
tragándose los vientos
se recostó en un banco
y se quedó dormido.
Y en todo el mundo aséptico
y funcional sonaba
la tonta incontinencia
de una canilla rota.

Washington Benavides - Eduardo Darnauchans


Eduardo Darnauchans - Nadie